La chica de papel

"A veces el ser humano se equivoca. Otras se confunde y, como sea, pierde el rumbo. Ese día, en el trabajo, Ichi iba a escuchar una frase. Una entre tantas, y sin embargo ella va a elegirla, atesorarla y adorarla como se adora a un falso dios. De tantas cosas que le han dicho y que le dirán en la vida, ella va a quedarse con una. Y entonces va a perder el rumbo". Generalmente, cuando uno va al cine, se pregunta cuánto hay de verdad en el cartel que dice que la película está “basada en hechos reales”. Porque nunca una historia es 100% verdadera. La chica de papel es casi un 100% verdadera. Porque la verdad, en este caso, está en lo importante. Es verdad que trabajaba en una tienda; es verdad que su talle era 38, el más alto de la tienda, y que la encargada la llamaba “gorda”. Es verdad que una cosa lleva a la otra y que a ella la llevó a ser Ichi, una chica frágil, dominante y dominada, vulnerable en una sociedad exigente y frívola. Es verdad que vomitó un día y no paró hasta vomitar el nombre de Dios y que, sin darse cuenta, fue lastimándose por dentro, como si lo que vomitara fuera vidrio que iba generando heridas en el alma. "En un mundo acelerado, alguien le puso un freno. Es en la pausa donde uno puede abandonarse. Y es en un recorrido sin transporte, donde Ichi va hacer su viaje." A Medjugorje.